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sábado, 30 de mayo de 2020

Descubrimientos durante el confinamiento

Ahora, a dos semanas vistas, hablo, pienso y escribo desde la felicidad que me ha producido quedarme en casa cerca de 80 días. No quiero que nadie me malinterprete, sé que el motivo del encierro ha sido serio y realmente lo he sufrido y he visto como personas de cerca nos dejaban por culpa de este maldito virus. 
He sentido desasosiego, nervios, inseguridad, tristeza y miedo por los míos, por mi familia, por mis amigos, por gente que quiero que "es más vulnerable", por mi marido que ha estado dando el callo trabajando mientras la mayoría veíamos el cielo desde la ventana y así, un sin fin de sentimientos que cual montaña rusa subía y bajaban por horas y días. 
Aún así, como empezaba, no puedo describir la felicidad que me ha regalado estas semanas y meses de encierro, semanas de  24 horas y 7 días a la semana pegada a los niños, o los niños pegados a mí, según se mire. A pesar de que la primera o primeras semanas fueron desbordantes en todos los sentidos, rápidamente tuve claro que el mundo se paraba pero nos daba la oportunidad de disfrutar juntos. Los he observado cómo nunca había hecho, cómo nunca me había dado tiempo a hacer. Hemos jugado a un sin fin de juegos que ni sabíamos que teníamos, algunos con los plásticos aún de algún regalo de Reyes Magos y/o cumpleaños, fruto de la abundancia que viven nuestros hijos y que apenas valoran. Nos hemos peleado o discutido todos casi a diario, pero la palabra perdón y los abrazos han sido lo que más han sonado cada día. 
Hemos reído con cientos de juegos, trabalenguas, bailes y retos que hemos hecho. Hacer de Señorita Rottenmeier con mis hijos me ha puesto histérica casi todos los días (no sé cuantas hojas de cuaderno he arrancado para que vuelvan a empezar), pero me he dado cuenta de lo increíble que es verlos aprender de cerca cada día.
Los desayunos, medias mañanas y meriendas las han convertido en fiestas casi todos los días. Sentarnos a desayunar juntos y las sobremesas sin correr a llevar a alguno a las extraescolares han peleado por ser el mejor momento  del día. Hemos celebrado cumpleaños, santos y hasta una No Primera Comunión con la mayor de las ilusiones sabiendo que los invitados íbamos a ser "sólo" nosotros y hemos "asistido" a muchos cumples y fiestas a través de la pantalla que han hecho que nuestros familiares y amigos estuvieran en nuestra propia casa.
Hemos aprendido, supongo que como la mayoría, a valorar lo que tenemos en la mano cada día y veíamos tan insignificante. Hemos convertido el salón en biblioteca, colegio, comedor, Iglesia, pista de baile, gimnasio y hasta dormitorio para fiesta de pijamas.

Las matemáticas, sociales, naturales, lengua, el letrilandia,...lo han o seguimos dando de otra manera, semanas con más intensidad y otras pasando delante de los libros sin pena ni gloria, pero a pesar de todo no es un curso perdido, ni un tiempo perdido. No se si María acabará este curso leyendo, si Álvaro mantendrá los márgenes de las libretas en orden o si Javier se terminará de aprender la larga lista de verbos irregulares de inglés, pero sé que este curso han crecido de una manera impresionante, han aprendido cosas que de otra manera no lo hubieran hecho. Han entendido que las cosas no se hacen solas, se han repartido tareas entre los tres cada día, así que lo mismo uno era el pinche de cocina un día, que le tocaba poner la mesa, recoger las papeleras o limpiar el baño, y por su puesto hacer sus camas... A fin de cuentas ha sido el turno de educar de otra manera, de enseñar sin prisas,  de formar personas.



Y cuando todo esto pase, y mi hijos sean mayores...¿Qué recuerdos tendrán de estos raros meses metidos en casa? ¿Cómo lo recordarán los vuestros? ¿Cómo lo recordaremos todos? Depende tanto de como lo hayamos vivido y cómo nos o hayamos tomado.



lunes, 4 de febrero de 2019

Coaching para un viernes noche

Empezar febrero de la manera que lo he hecho me ha dejado tocada...para bien...😁😁😁. Febrero arranca con ganas de hacernos sentir mejor, no se me ocurre mejor manera de empezar un fin de semana y un mes. Jamás pensé que en una charla de coaching podría reír, emocionarme, pensar, removerme por dentro y cien mil cosas más como me pasó ayer...Tengo que reconocer que pensaba que el tema del coaching y "esas cosas" son comeduras de tarro y poco más. 


Ayer me sorprendió mucho, como a todos los que estábamos allí, que no éramos pocos (rozando el centenar de personas) nos removimos por dentro mientras reíamos o nos emocionábamos con las palabras o los vídeos que el ponente nos puso.

Juan Carlos Luque nos trasladó al mundo de las emociones, al mundo de lo que nos hace feliz, a pensar en aquello que más queremos, en pensar qué somos y dónde queremos llegar, nos hizo reflexionar sobre la gratitud y la ingratitud, sobre el amor, sobre la familia, sobre las pequeñas cosas que nos hacen felices cada día, y a fin de cuentas... sobre la felicidad.

El público de la charla era bastante heterogéneo... pero Juan Carlos ha sabido darnos a cada uno de los que estábamos allí muchas respuestas a nuestras frustraciones, a nuestros miedos y a nuestros "desencuentros" diarios, ha sabido trasladarnos y acercarnos a la fórmula de la felicidad a casados, a solteros, a padres, a hijos, a creyentes y a agnósticos...a todos.

El liderazgo cobra sentido cuanto piensas en el otro, en tu entorno, todo cobra sentido cuando ayudas a los demás, cuando haces la vida un poco más fácil o agradable a los demás...o fin de cuentas...cuando haces feliz a los demás. El líder no nace, se hace; se hace y se entrena para serlo.

Me gustó mucho y me hizo pensar bastante una cosa que dijo sobre que la felicidad no es tener lo que quieres, sino querer lo que tienes. Y me trasladó a una cosa que leí de un Santo que llamaba la "mística ojalatera"; ojalá no me hubiera casado, ojalá hubiera estudiado tal cosa... tenemos que aprender a querer lo que tenemos y no podemos idealizar lo que no somos porque tenemos que partir de la realidad que tenemos y trabajarnos "los sueños".




Es fundamental cambiar de actitud; intentar hacerle la vida agradable a los demás, todo lo que hagamos nos viene de vuelta como un boomerang...de nosotros depende que queremos de vuelta. El ejemplo más claro y cotidiano lo vemos en la actitud que podemos llevar por la calle; cuando vamos sonriendo por la calle, las personas con las que nos cruzamos nos miran de una manera mucho más agradable que cuando una persona va seria o cabizbaja.


El objetivo fundamenta de todos es ser feliz, cada uno de una manera, pero ser feliz al fin y al cabo y eso dependerá de nosotros mismos. Ser feliz es una decisión que hay que tomar todos los días, que dependen de la actitud de cada uno para afrontar y gestionar los problemas que nos vamos encontrando. Para ello Juan Carlos nos subrayó varias claves:
  • Ser agradecido hasta en lo más mínimo
  • Ser optimista (desde que te levantas por la mañana)
  • Disfrutar de los pequeños placeres de la vida, desde el café mañanero hasta la cerveza que nos tomemos con los colegas
  • Tener objetivos a largo plazo...y trabajarlos
  • Cuidar las relaciones familiares y amistades más próximas; un día están aquí...y otro puede que no estén; aprovechamos esos ratos con ellos, le decimos cuanto los queremos?
Una charla de diez, amena, divertida, con "juegos prácticos" de los que cogimos nota para poder hacerlos en casa con nuestra familia y que estoy segura nos removió a más de uno, donde las dos horas largas se hicieron cortas. Ahora...a "rumiar" lo escuchado y poner en práctica todo lo que pueda para hacer más agradable la vida a los que me rodean.